"La dignidad no está en lo que uno hace, sino en lo que uno es"
En tiempos donde se valora más la realización de una obra que la persona del realizador, te invitamos a leer la editorial de las Hermanas de María, para redescubrir el significado de la dignidad.
Este pensamiento atribuido al famoso filósofo alemán Immanuel Kant pone de manifiesto una verdad pocas veces comprendida en estos tiempos, donde se valora más la realización de una obra que la persona del realizador.
Así, por ejemplo, no es infrecuente que personajes del deporte, la política, el cine, la TV, la música sean reconocidos y homenajeados como ídolos en su respectivo rubro, sin tener en cuenta su conducta moral. Todo se justifica en razón del genio en su arte, de desempeños y realizaciones que se consideran merecedoras de destacarse, independientemente de la conducta moral de las personas o de la forma cómo conciban el desempeño de su respectiva labor.
En este sentido, hay una separación entre el ser y el hacer, propio de un pensar mecanicista, así como lo señala el P. Kentenich al caracterizar la cultura actual. El mecanicismo de vida que hoy reina exige contraponer un nuevo modo de concebir a la persona, de vivir y de trabajar, orientado a forjar una nueva cultura más humana, que supere la “esquizofrenia” de nuestro tiempo, manifiesta hoy en tantas formas. El mundo requiere un cambio en profundidad desde los fundamentos, a través de la instauración de una nueva mentalidad, de un nuevo modo de pensar, amar y de vivir orgánicos.
Por otro lado, gracias a Dios, hay gente que tiene en cuenta la dignidad de la persona aún cuando ésta ya no pueda presentar una productividad exterior. Es el caso de quienes han manifestado su admiración y apoyo al exsenador Esteban Bullrich que, con su ejemplo de vida, muestra el verdadero rostro de la dignidad humana, del que se juega por sus ideales, de la coherencia entre lo que piensa y lo que dice, de la lucha por la superación personal a pesar de los límites y obstáculos exteriores, de quien no teme presentarse en su vulnerabilidad para bregar por una causa humanitaria como lo es el enfrentar el ELA, a través de crear una fundación para su estudio y tratamiento.
La dignidad humana no es un atributo que se adquiera, porque cada persona que llega a este mundo ya es poseedora de dignidad, sin necesidad de que deba demostrarlo a través de sus obras o de otros atributos personales.
Y aunque parezca algo reiterativo y obvio, en nuestro tiempo lleno de hechos de violencia, de indiferencia frente al otro, de la primacía del propio interés por sobre el del bien común, recordar el respeto ante todo ser humano por su dignidad personal debería ser un imperativo para devolver a la persona el rostro de humanidad que le es propia.
Sin duda, nuestro mundo necesita sumergirse en la corriente de valores ético-morales, donde abreva la dignidad humana, que a lo largo de la historia ha demostrado ser el único cauce por donde transita el verdadero crecimiento y bienestar de los pueblos.
Pero para recorrer un camino hay que empezar por el primer paso que es vivir cada uno de acuerdo a esos valores, respetar la dignidad de cada persona y obrar según las consecuencias que de ello se derivan.
¿Qué tal si lo ponemos en práctica en nuestro entorno más cercano, en la familia, en el trabajo, para contribuir a un mundo más humano?
Nuestra Mater Dei nos puede señalar con su vida cómo cumplir este propósito. Hagamos de ella, en este aspecto, nuestro modelo especialmente en este mes de noviembre en que la Iglesia nos invita a crecer en el amor y la devoción a María.