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Pentecostés

El domingo 5 de junio vivimos con alegría el cumplimiento de la promesa que Jesús le hizo a sus apóstoles: enviar al Espíritu Santo. ¡Mirá la nota completa!



¡Una gran fiesta!

Este año tuvimos nuevamente la oportunidad de vivir con una inmensa alegría el cumplimiento de la promesa que Jesús le hizo a sus apóstoles de enviar al Espíritu Santo: no dejarlos solos y darles la fuerza necesaria para anunciar la buena noticia a toda la creación.

“Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba”. (Lucas 24, 49)


Jesús resucita en la Pascua, sube al cielo y nos envía el Espíritu Santo. Luego de haber cumplido la misión que le había sido encomendada en este mundo, regresa al Padre del cielo, y en ese encuentro se funden en un abrazo eterno. De ese abrazo brota para nosotros el Espíritu Santo como un manantial de agua viva, la fuerza de Dios para caminar animados por su amor.


En este año especial, en el cual en el Sanatorio destacamos que el Amor es Servicio, quién mejor que el Espíritu Santo para darnos de sus dones, sus inspiraciones y su soplo, y así impulsarnos a vivir nuestro servicio a los demás con la fuerza de su amor.


¿Qué recibimos?

Con la llegada del Espíritu Santo recibimos 7 Dones:

  • Ciencia: para conocer el verdadero valor de la creación.

  • Sabiduría: para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios.

  • Consejo: para ayudarnos a ver lo que es bueno, lo que nos hace felices.

  • Fortaleza: para sobrellevar las dificultades y resistir las tentaciones.

  • Piedad: para sanar nuestro corazón y abrirlo a la ternura con Dios y con los hermanos.

  • Temor de Dios: para madurar nuestro espíritu y ser conscientes del pecado.

  • Entendimiento: para comprender la Palabra de Dios y profundizar sus verdades.

¿Qué le pedimos como familia del Mater Dei?

Que el Sanatorio sea un Cenáculo que nos encuentre siempre junto a María en la circunstancia que estemos viviendo.

Que el Espíritu Santo habite en cada corazón, que venga a sanar lo que esté enfermo en nosotros.

Que la angustia y el dolor no tengan la última palabra, sino que la alegría y esperanza que nos vienen de nuestro Padre Dios griten en nosotros aún más fuerte.

Que nos transforme y nos renueve en todas las dimensiones de nuestro ser.

Que venga como un manantial de agua viva, que sea nuestra fuente donde vayamos a buscar la alegría, la paz, la libertad que necesitamos en cada momento.

María, la Mater Dei, unirá hoy sus manos en oración y rezará con nosotros y por nosotros. Ella nunca nos soltará de sus brazos.

Oremos para que, de su mano, podamos ponernos al servicio de los demás.


Que el Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y el mundo entero, recordándonos siempre que no estamos solos, que contamos con la promesa de Jesús en nuestras vidas:


«Y yo estaré con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo». (Mt 28,20)


Pastoral

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