La artritis reumatoidea es una enfermedad autoinmune, inflamatoria y crónica que afecta a varias articulaciones, generalmente las de las manos y los pies. En algunos casos graves, compromete a otros órganos, tales como pulmones, ojos, sistema nervioso, corazón, vasos sanguíneos, riñones y sistema musculoesquelético.
Al referirnos a que es una enfermedad autoinmune, estamos diciendo que el propio sistema inmunitario, debido a una alteración, ataca a las células del organismo, generando una enfermedad. Por lo tanto, el sistema que debería proteger al cuerpo, se convierte en agresor.
Los principales signos y síntomas de la artritis reumatoidea son los siguientes:
Dolor y tumefacción de dos o más articulaciones, generalmente en manos y pies
Simetría de las articulaciones afectadas
Rigidez articular a la mañana, de más de dos horas de duración
Aparición de nódulos subcutáneos
Síntomas generales que incluyen cansancio, sensación de malestar, fiebre, falta de apetito y pérdida de peso corporal
Estos síntomas pueden variar en intensidad y duración, y se debe consultar a un médico cuando se detecta la presencia de uno o más de estos síntomas, y los mismos no desaparecen en poco tiempo.
Si bien se mencionó que la artritis reumatoidea es una enfermedad autoinmune, no todo paciente con predisposición a tener la enfermedad, desarrolla la misma. Hay varios factores que pueden desencadenarla. Entre ellos se destacan:
Estrés
Alteraciones hormonales
Enfermedades infecciosas
Exposición a contaminantes
Los principales factores de riesgo son:
Sexo femenino
Edad entre 20 y 50 años
Antecedentes familiares
Tabaquismo
Sobrepeso
Si bien con los tratamientos actuales el pronóstico es favorable, pueden observarse algunas complicaciones:
Mayor riesgo de padecer osteoporosis
Sequedad en los ojos y la boca
Deformaciones articulares con la consiguiente alteración en la movilidad
Mayor riesgo de contraer infecciones
Actualmente, y con el avance de las investigaciones, existen múltiples tratamientos que detienen el avance de la enfermedad y mejoran la calidad de vida. Los médicos están capacitados para evaluar a cada paciente en particular, y administrar la terapéutica correspondiente.
Asimismo, es muy importante realizar actividad física, ya que con la misma se mantiene la movilidad articular. Hacer ejercicios en forma regular mejora la fuerza y flexibilidad articular, aumenta la resistencia muscular y mejora el equilibrio. Los movimientos que conllevan algo de peso, pueden ayudar a reducir el riesgo de osteoporosis.
En algunas ocasiones, se solicita tratamiento kinesiológico, para recuperar alguna función articular deteriorada.
Otro dato a tener en cuenta es mantener una alimentación sana, mixta y controlada. Y tratar de que el peso corporal sea el adecuado.
Por todo lo explicado, es fundamental hacer un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado a cada paciente.
Dra. María Gabriela Reggio MN 77873
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