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Historias Mater Dei - Diario de la pandemia

Les compartimos la historia de Zoraima Ramirez, supervisora de Servicios Generales del Sanatorio Mater Dei. Una historia de este tiempo, de las muchas que se podrían contar. Historias que reflejan nuestros valores, el ADN del Mater Dei.


¡Los invitamos a conocerla!



“¿Estás bien?”. Una pregunta, formulada en tan solo dos palabras, que acortaron por un instante los 8.200 kilómetros de distancia que separaban a Caracas de Buenos Aires, y a Zoraima Ramírez del lugar donde ella sentía que tenía que estar: los pasillos del Mater Dei, esos que ella solía recorrer todos los días los últimos tres años, desde que trabajaba allí como supervisora de Servicios Generales.


La pregunta, formulada por Paula Novas, del equipo de Recursos Humanos, le devolvió el alma. En la Argentina, su hogar por elección desde que se había convertido en migrante, la estaban esperando. Y la iban a seguir esperando el tiempo que fuese necesario.


El 9 de marzo, Zoraima había llegado de visita a Venezuela, su país de origen, por el fallecimiento de su padre. El 17 de marzo, se decretó allá el estado de emergencia sanitaria y el cierre total de las fronteras. Tres días después, nuestro país hizo lo mismo. Así fue que ella quedó varada en la casa de su madre, en las afueras de Caracas, con prácticamente nulo acceso a Internet y cortes de luz intermitentes, y donde conseguir nafta -para poder llegar en auto hasta la embajada o al aeropuerto- era toda una odisea.

“Entiendes que eres importante para tu gente, que tienes que caminar con ellos de la mano. Que estás apoyando a otros y que no estás sola”.

“¿Tenés alimentos? ¿Podés acceder a tu cuenta bancaria? ¿Cómo podemos ayudarte desde acá?”. A pesar de lo esencial que era Zoraima por su rol en el Sanatorio (y con, la irrupción del COVID-19, más que nunca), lo único que querían saber del otro lado del teléfono era si ella estaba realmente bien. “Con todo lo que estás viviendo, no te sumes una preocupación más. Volverás cuando puedas. Contá con nosotros para lo que necesites”.


Sus compañeros le daban ánimo diariamente por WhatsApp y la mantenían al tanto de cómo se iban acomodando en su ausencia, con los nuevos requerimientos y protocolos de la pandemia. Hubo gestiones de todo tipo, ya fuera solucionar su problema con el banco o hasta ofrecerle asistencia psicológica a distancia en los momentos más angustiantes; incluso, el Director General del Sanatorio, Enrique Camerlinckx, redactó una carta a la Cancillería argentina solicitando su repatriación; y, por supuesto, las Hermanas rezaron por ella. Gestos y esfuerzos de lo más variados, acompañando cada cual como podía, pero todos unidos en un mismo mensaje: “Vos sos importante acá”.


Durante los tres meses que estuvo varada, esa función esencial de Zoraima desde Servicios Generales fue absorbida por otras personas del área. Colegas que cambiaron de turno, compañeros que sumaron tareas y miembros del equipo que cubrieron huecos, en medio de una situación ya de por sí crítica.


Servicios Generales se encarga de todo lo relacionado a la hotelería y mantenimiento del Sanatorio. “Cada persona del equipo juega un papel muy importante y eso confluye para que el paciente se sienta cómodo, bien recibido y cuidado”, explica Zoraima. La escala del trabajo que realizan -una labor en gran parte invisible, tras bambalinas- es enorme y, este año, garantizar la limpieza y desinfección del Mater Dei es un desafío que el COVID-19 aumentó exponencialmente.


Un servicio similar al de un hotel y, al mismo tiempo, completamente diferente. A un hotel, la gente va por trabajo o disfrute; a un sanatorio, llega por problemas de salud. La vivencia es otra. “Se trata de dar contención al paciente, y la calidad humana juega un papel muy importante. Hay que entender que cada pedido tiene un sentido profundo: un peine, una pasta de dientes, una almohada extra que lo hace sentir mejor. Nuestra función es estar dispuestos a todas esas solicitudes y, si es posible, darles respuesta de inmediato, porque es el detalle que hace la diferencia”, explica Zoraima.


Antes de poder regresar a la Argentina, tuvo dos intentos fallidos. Después de la segunda ocasión, cuando le parecía que todo se desmoronaba, la esperanza y el consuelo llegaron en formato video: uno de los peones de su equipo le reenvió el homenaje institucional por el Día del Trabajador, en el que habían incluido una foto suya. A ese cariño y aprecio que sintió que la inundaba, ella lo llama “efecto wow”. Y, cuando lo recuerda, todavía se le escapa alguna lágrima.


Aterrizó en Buenos Aires el 22 de junio. Después de cumplir con los 14 días de aislamiento en su casa y volver a cruzar las puertas del Mater Dei, constató lo que venía intuyendo a la distancia: lo mucho que las cosas habían cambiado, y el esfuerzo descomunal de sus compañeros para hacer frente a los desafíos de la pandemia.


“Como supervisora, antes del coronavirus, solía andar por todos lados. Llegar y encontrarme con pisos cerrados, con protocolos bastante rígidos para evitar el contagio, fue un impacto fuerte. Además, por unas semanas, estuve haciendo trabajo de escritorio, para hacer una adaptación paso a paso, y los miembros de mi equipo me preguntaron por qué yo no me acercaba a ellos, por qué no recorría los pasillos como siempre. Ahí entiendes que eres importante para tu gente, que tienes que caminar con ellos de la mano. Que estás apoyando a otros y que no estás sola. Ni bien pude, retomé mis recorridas y, aunque no me quedo charlando como antes, me encargo de que sepan que estoy pasando por su lado. Al no poder hablar demasiado, también aprendí, después de mucho observar, a leer sus rostros -incluso a través de barbijos y máscaras- y así darme cuenta quién anda cabizbajo o especialmente contento”.

“Nuestra función es estar dispuestos a todas las solicitudes del paciente y, si es posible, darles respuesta de inmediato, porque es el detalle que hace la diferencia”.

Zoraima extraña ese contacto más estrecho con su equipo y, también, con los pacientes. Sin embargo, está convencida de que, en el Sanatorio, se la rebuscan para seguir presentes. “Creo que nos diferenciamos de otras instituciones de salud por la calidad humana. A pesar de estar viviendo una pandemia, hoy, quienes están habilitados -como, por ejemplo, las Hermanas- siguen tocándole la puerta a los pacientes. Entran para decirles: ‘Aquí estamos, no están solos’. Y lo hacen en nombre de todos nosotros”.




Historias

Disponible en la Santería del Sanatorio

San Martín de Tours 2952. PB.

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