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La Cruz de la unidad

María comparte plenamente el sacrificio de su Hijo, y en su profundo dolor, levanta la mirada hacia el cielo confiada en la esperanza de la resurrección.



Acompañar a Jesús

En el camino hacia la cruz, María acompaña y consuela a su Hijo. Ella camina a su lado presenciando todo el dolor de Jesús, dándole la fuerza de su amor.


Hoy María nos invita a acompañar a Jesús en el camino hacia la cruz, a estar con Él.

En este “estar de la Madre” se concentra la expresión más alta del encuentro de la humanidad con su Salvador.

María es la puerta para que nosotros también podamos consolar a Jesús.


Consolar a Jesús

La vida de María siempre fue un “sí” constante a la voluntad de Dios. Ella es un alivio de fidelidad para su Hijo en la oscura soledad de la Pasión. De la mano de María, queremos consolar a Jesús, buscando siempre y en todo la voluntad de Dios.

Tomate un momento del día y preguntale a Jesús: ¿Qué necesitás de mí? ¿Qué puedo hacer por vos? Y pasá un rato con él contemplando la cruz.


Nunca más solos

Desde la cruz, Jesús establece un nuevo vínculo trascendental entre su Madre y todos los hombres mediante las palabras dirigidas a Ella y a Juan: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo, ahí tienes a tu madre”.


“He aquí el milagro: el hombre ya no está solo, sino que es hijo para siempre. Es la alegría de saber que nuestra soledad ha sido derrotada”. Papa Francisco


La Cruz de la unidad

La Cruz de la unidad muestra a Cristo en su relación con Dios Padre, con María y con los hombres. María, la Madre de Jesús, lo acompaña en la muerte. Ella no está al lado de la cruz, sino lo más cerca posible de su Hijo, con Él en la cruz.


María sostiene en sus manos el cáliz junto a la herida del costado de Jesús, recibiendo el regalo de la salvación y ofreciéndolo al mundo entero.





 
 
 

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