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¿Primero y segundo o los dos primeros iguales?

El reciente año transcurrido nos deja muchas enseñanzas sobre las cuales es muy bueno reflexionar y atesorar en el tiempo de vacaciones.



Por naturaleza, el hombre y la mujer están en el mismo nivel de dignidad, por el solo hecho de ser personas. Son dos modalidades de ser persona, pero en el mismo nivel de dignidad. Esto es un hecho reconocido por las mismas leyes humanas en la mayoría de los países actualmente, después de muchos siglos en que la mujer fue considerada una persona de segundo orden. Y en algunos países sigue siendo este tema, objeto de reclamo por parte de las mujeres que viven situaciones de discriminación social.


El abandono o la falta de fe en el Dios creador tiene mucho que ver en esto. El primer adelantado por los derechos y la igual dignidad de la mujer fue Dios, encarnado en Jesús. En sus enseñanzas y en su actuar evidenció el carácter de dignidad de la mujer.


Los relatos del Evangelio dan cuenta de ello: el diálogo con mujeres extrañas que en ese tiempo se veía como algo prohibido y Jesús pasa por encima, dialogando con una samaritana; permitir entre sus seguidores a mujeres, cuando la práctica religiosa ritual oficial solo estaba permitida para los hombres; apareciéndose como primicia de su resurrección a una mujer, María Magdalena. Pero por sobre todas las cosas, haber elevado a la dignidad más alta que puede recibir una persona humana, de participar de la vida trinitaria, eligiendo a María como Madre de Dios, solemnidad que la Iglesia celebra cada inicio de año.


Aunque hoy se hable mucho de la igualdad de derechos y dignidad de la mujer, en la práctica la realidad demuestra otra cosa. En el ámbito de acceso a lugares de liderazgo, en el área de igualdad de salarios ante el mismo cargo, ante los distintos tipos de esclavitudes modernas de la mujer, ante los femicidios y una serie más de situaciones de discriminación socio-económica.


La mejora de la situación no depende de nuevas leyes o normas. El cambio proviene de la educación en valores, de una formación que se aprende con la leche materna y se afianza con el ejemplo de los padres.


Dada la condición de las familias, hoy habría que plantearse por qué la familia no está cumpliendo esta función socializadora que es de su competencia principal y cómo hacer para que la recupere. Otros cambios superficiales no son efectivos ni duraderos, solo maquillarían un problema que afecta la raíz de la sociedad.


De nuestra parte está, en el día a día, demostrar con nuestras palabras y con nuestro trato respetuoso hacia los demás, que la dignidad es un atributo de todas las personas por igual.

María, Mater Dei, es, como siempre, nuestro modelo para el trato digno, respetuoso y lleno de amor.


Las Hermanas



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